Continuamos nossa sequência de artigos vocacionais, contemplando testemunhos e belas histórias. Voltamos à região dos pampas argentinos. Confira!
“Olá, meu nome é Hugo Carlos Vera, nascido em Córdoba, cidade localizada no Centro da Argentina. Sou Salesiano de Dom Bosco desde 1983. Desde pequeno, sonhava em ser arquiteto. Quando tinha tempo, fazia casas e maquetes com caixas de remédios e outros materiais. O Senhor da vinha me mostrou, tempos mais tarde, que havia para mim, outros projetos a serem construídos.
Minha história salesiana já havia começado antes de mim, na casa dos meus avós: meus tios iam a um dos colégios salesianos na minha cidade e os homens da família estavam destinados a seguir ali. Dom Bosco, Maria Auxiliadora, o Mestre Diego (um salesiano irmão histórico dessa casa) o oratório, começaram a ser parte da minha vida. Não obstante, por uma mudança de casa, fui parar na zona oeste da cidade, onde ingressei em outro colégio: o Domingos Sávio. Mais adiante, com 14 anos e muitas experiências vividas, ocorreu-me deixar os meus pais e os meus irmãos e entrar no aspirantado com outros jovens, nessa mesma casa salesiana.
Estando no processo de discernimento da minha vocação, tinha de forma muito clara que queria ser salesiano, porém, não sabia até então, qual seria a especificidade. Tinha lido um livrinho que contava a vida de um tal Enrique Rezzonico (que logo me certifiquei de que foi o primeiro salesiano irmão argentino); chamou-me a atenção, porém, nada além disso para aquele momento.
Mais adiante, no noviciado, conheci a figura de Artêmides Zatti e pude sentir com maior clareza que o meu caminho era ser “irmão”, com a ajuda do mestre, os demais formadores e a comunidade. Pude compreender que Deus me havia presenteado com inúmeras experiências de crescimento ao longo da infância e adolescência no campo da arte: a música, a pintura, o teatro, o gosto pela educação e a ajuda aos demais, especialmente aos jovens, o crescimento na fé encarnada e feita de detalhes simples da vida cotidiana. Era nisso que me sentia feliz e com vontade de desenvolver, adquirindo maior profundidade e sentido, sendo salesiano, “salesiano irmão”.
Nos anos seguintes, ao longo de toda a formação e o que veio depois, o Senhor e a Congregação me deram a oportunidade de aprofundar o sentido e a vivência desta identidade, como um dom para a missão salesiana, mas também como uma contribuição irrenunciável à construção da vida fraterna na comunidade. Fui compreendendo que ser “irmão” acrescenta aspectos da laicidade ao nosso estilo de consagração, mas, sobretudo, e como sinal profético, recorda a cada um dos demais irmãos da comunidade e aos jovens e leigos com os quais trabalhamos, a dimensão maravilhosa de compartilhar a chamada comum a ser irmãos pelo presente da vida humana e do batismo.
Nestes últimos anos, desde o acompanhamento da experiência formativa dos pré noviços da Argentina Sul e enfrentado o desafio de cuidar dos trabalhos da Universidade Salesiana (UNISAL), posso seguir reconhecendo a necessidade de mostrar e repropor a vocação do salesiano irmão. Uma chamada que é impossível viver sem voltar às raízes de nossa vida religiosa comunitária e missionária para e com os jovens, que se não se parte de visualizar no cotidiano a alegria do presente de Deus, corre-se o risco de perder o encanto que a faz atraente.
Dou graças a Deus, a meus irmãos salesianos e aos jovens por compartilhar comigo desta maravilhosa aventura da vida entregada.
Graças também a vocês, um grande abraço” !!!
Salesiano irmão Hugo Carlos Vera, Inspetoria Argentina Sul
Versão original: Un ‘Pibe’ hermano
Hola a todos, mi nombre es Hugo Carlos Vera, nacido en Córdoba, una ciudad ubicada a centro de la Argentina, salesiano de Don Bosco desde 1983. De pibe soñaba con ser arquitecto así que cuando tenía tiempo hacía casas y maquetas con cajas de remedios y otros materiales. El Señor de la Vida me mostró, tiempo más tarde, que tenía para mí otros proyectos para construir.
Mi historia salesiana ya había comenzado antes que yo en la casa de mis abuelos: mis tíos iban a uno de los colegios salesianos que están en mí cuidad y los varones de la familia estábamos destinados a seguir allí. Don Bosco, María Auxiliadora, el Maestro Diego (un coadjutor histórico de esa casa) el oratorio, comenzaron a ser parte de mi vida. No obstante yo, por un cambio de casa fui a parar a la zona del oeste de la ciudad donde ingresé a otro colegio: el Domingo Savio. Más adelante, con 14 años y un montón de experiencias que me habían “dado vuelta” la cabeza, se me ocurrió dejar a mis padres y a mis dos hermanas y entrar al aspirantado que estaba en esa misma casa salesiana.
Ya estando en el camino de profundización de mi vocación, tenía en claro que quería ser salesiano pero no tanto con qué especificidad. Había leído un librito que contaba la vida de un tal Enrique Rezzonico (que luego me enteré que fue el primer salesiano hermano argentino); me llamó la atención… pero nada más por el momento.
Más adelante, en el noviciado, conocí la figura de Artémides Zatti y pude sentir con mayor claridad que lo mío era ser “hermano”, con la ayuda del maestro, los demás formadores y la comunidad. Pude comprender que Dios me había regalado un montón de experiencias de crecimiento a lo largo de mis años de niñez y adolescencia en el campo del arte: la música, la pintura el teatro, el gusto por la educación y la ayuda a los demás, sobre todo los jóvenes, el crecimiento en una fe encarnada y hecha de detalles simples de la vida cotidiana. Y que eso, en lo que me sentía feliz y con ganas de desarrollar, podía adquirir mayor profundidad y sentido siendo salesiano, “salesiano hermano”.
Los años siguientes, a lo largo de toda la formación y lo que vino después, el Señor y la Congregación me dieron la oportunidad de ahondar en el sentido y la vivencia a de esta identidad, como un don para la misión salesiana pero también como un aporte irrenunciable a la construcción de la vida fraterna en comunidad. Fui comprendiendo que ser “hermano” acentúa aspectos de la laicidad en nuestro estilo de consagración pero, por sobre todo y como signo profético, recuerda a cada uno de los demás hermanos de la comunidad y a los jóvenes y laicos con los que trabajamos, lo maravilloso que es compartir la llamada común a ser hermanos por el regalo de la vida humana y del bautismo. Testimoniar y custodiar el frágil tesoro de “hacernos hermanos”: allí celebro mi vocación salesiana.
En estos últimos años, desde el acompañamiento de la experiencia formativa de los prenovicios de Argentina Sur y afrontando el desafío de cuidar los inicios de la Universidad Salesiana (Unisal), puedo seguir reconociendo la necesidad de mostrar y reproponer la vocación del salesiano hermano. Una llamada que es imposible vivir sin volver a las raíces de nuestra vida religiosa comunitaria y misionera de y con los jóvenes, que si no parte de visibilizar en lo cotidiano la alegría del regalo de Dios, corre el riesgo de perder el encanto que la hace atrayente.
Doy gracias a Dios, a mis hermanos salesianos y a los jóvenes por compartir conmigo esta maravillosa aventura de la vida entregada.
Gracias también a ustedes, un gran abrazo!!!
Salesiano hermano Hugo Carlos Vera, inspectoría Argentina Sur